Tras la Guerra del Rif y sus experiencias en guerra blindada, el ejército español decidió financiar el diseño de un nuevo tanque ligero de producción propia, en un diseño derivado del Renault FT-17.
El nuevo modelo estaba dotado de potencia de fuego superior a la de los Renault, gracias a un tipo de torreta especial, diseñada en dos mitades articuladas que podían operar independientemente, cada una armada con una ametralladora.
El nuevo carro de combate fue encomendado a la fábrica Trubia de Asturias en 1926, pero la producción fue tan lenta que, al estallar la guerra civil, sólo había tres modelos operativos que permanecieron en manos sublevadas, con un cuarto modelo en fábrica que los obreros pusieron a servicio de la República. Este último fue destruido durante el asedio de Oviedo, con los restantes siendo desguazados al finalizar el conflicto.